El deber me llama…
En algún momento de nuestra vida todos hemos escuchado esta frase y muchas veces, aun la hemos usado. Es una frase que demuestra nuestro sentido de patriotismo, cuando somos capaces de poner lo que es importante para nuestra nación antes de nuestro propio beneficio. Esta frase también puede demostrar nuestro sentido de responsabilidad personal, cuando hacemos algo para el beneficio de nuestra familia aun por encima de lo que me gustaría a mí como individuo. De cualquier manera la mayor parte del tiempo esta frase se usa como una muestra de un carácter moral alto y de una integridad personal intachable.
Pero últimamente esta frase ha tomado un sentido muy diferente y hoy me quiero enfocar en ese nuevo sentido de la palabra. En nuestra sociedad, ahora cuando una persona dice me voy a trabajar porque el deber me llama, no necesariamente está hablando de un sentido cívico tan profundo que le motiva a tal grado que es capaz de llevarlo al sacrificio personal para lograr un bien mayor (y que conste que sí estoy escribiendo este blog en día domingo, por eso estoy usando palabras domingueras como sacrificio personal y bien mayor), pero ya me desvié del tema.
En nuestra sociedad moderna y sofisticada la frase me voy a trabajar porque el deber me llama, ya no se refiere a un deber moral. Ahora, se refiere a que me voy a trabajar porque el deber el carro o el deber los muebles o el deber las tarjetas de crédito, me llama. Sí, ya no es una llamada moral, sino la llamada de las deudas (las que tenemos hasta por las orejas), esta es la llamada que nos compele a ir a trabajar y seguir como ratas dando vueltas en una ruedita que por más rápido que corras, no te permite avanzar ni un milímetro.
Esta es la llamada que te mantiene amarrado a un trabajo que odias, con un jefe que te hace la vida imposible y que no puedes dejar porque el deber tantas cosas te llama. ¿Qué tan diferente crees que podría ser tu vida si no le debieras nada a nadie? Si lo único por lo que tuvieras que preocuparte fuera, la comida y las utilidades (entiéndase agua, luz, teléfono y gastos personales). Yo sé que esto es un concepto tan extraño para mucha gente que parece imposible. Pero no lo es, yo conozco personas que por cambiar su estilo de vida y han logrado cambiar el resto de su vida.
Personas que decidieron salir de la carrera de ratas dando vuelta en la ruedita, para poder llegar al lugar al que han deseado. Solo por seguirme el juego, imagínate que podría pasar si no tuvieras ninguna deuda, (incluyendo la casa), pero tienes nueve meses de gastos en el banco, aparte del dinero por si se daña el carro, y dinero para reparar o cambiar los enseres eléctricos y los muebles de tu casa. Imagina cuan diferente podría ser tu vida.
Y si a esto le añades que haces tu trabajo con excelencia de tal manera que te conviertes en una pieza tan importante para tu compañía que no les conviene a ellos dejarte ir o si lo hicieran serias capaz de irte a trabajar con la competencia y esto no le conviene a tus jefes o aun podrías establecer tu propia compañía. Viviendo de esta manera si el jefe te molesta mucho un día simplemente le dices que se quede con su actitud, tú tienes libertad financiera y no necesitas aguantarle sus malacrianzas.
Yo se que todos hemos escuchado a alguien decir, si me gano la lotería ese mismo día dejo el trabajo. Lo interesante es que podemos soñar con ganarnos la lotería, pero no podemos ver como nuestro esfuerzo podría llevarnos a tener una libertad financiera tan grande como la de ganarnos la lotería, pero quitando el factor suerte. Porque la suerte no tiene nada que ver con el resultado de un buen plan financiero.
Las posibilidades de ganarte la lotería pueden ser una en cuchusientasmil, pero las posibilidades de que hagas funcionar un plan financiero donde consistentemente gastas menos de lo que ganas, ahorras dinero para las emergencias, para reemplazar el carro, los muebles, los electrodomésticos y aun el aire acondicionado central de tu casa, esas son 100 por ciento. Porque el plan funciona no basado en la suerte, sino basado en tus acciones.
Entonces para poder volver a cambiarle el sentido a la expresión el deber me llama, pon en acción un buen plan financiero. Decide gastar menos de lo que ganas, hazlo consistentemente y antes de simplemente consumir a lo tonto, decide ahorrar para las emergencias y el reemplazar las cosas que no son eternas en tu casa. Esto es todo lo que necesitas para que cuando el deber vuelva a llamar a tu puerta no sea el deberle a alguien.