Ayúdate que yo te ayudaré
El refrán popular que dice “Ayúdate que yo te ayudaré” es muy conocido en Latinoamérica. De hecho la mayor parte del tiempo le añaden la expresión dios dijo a la parte de al frente. Ahora bien aunque este refrán no es una cita bíblica, porque no aparece en la Biblia de esa manera, la sabiduría popular que contiene este refrán refleja mucha sabiduría bíblica. Permíteme explicarme.
Hay dos formas de pensar que son igualmente extremistas. Una de ellas, dice que mi destino o lo que va a suceder en mi vida depende sola y absolutamente de mí. Nadie más tiene nada que ver en lo que sucede en mi vida, si soy exitoso o si soy un fracasado es solo mi esfuerzo lo que lo determina. Hay otro extremo que dice que todo depende de Dios, como si él hubiera creado robots que no tienen nada que decir sobre lo que pasa en sus vidas. Yo creo que la verdad está en un punto medio entre estos dos extremos.
Si eres una persona talentosa, eso no necesariamente te hace exitoso (al decir exitoso no estoy hablando de ganar mucho dinero únicamente, aunque no le estoy quitando méritos al ganar dinero). Todos conocemos personas talentosas que viven en la miseria unos con mucho dinero y otros sin nada de dinero.
Cuando tienes un talento o una habilidad especial (y todos tenemos algo de eso porque Dios nos lo da) lo que tienes es la semilla del talento y esa semilla necesita ser cultivada, practicando, buscando oportunidades, buscando el dinero necesario para estudiar o comenzar el negocio que deseas o para hacer tu primer álbum. Todo tipo de semilla necesita fertilizante, agua y mucho trabajo para que pueda germinar y convertirse en un buen árbol.
Aun si Dios te da un sueño, eres tu quien tiene que trabajar para conseguirlo. Si entras a un equipo de beisbol o de soccer, tienes que entrenar y trabajar duro día tras día para no perder tu lugar en el equipo. Lo mismo sucede si entras a una universidad prestigiosa, tienes que estudiar todos los días y mantener unas calificaciones muy altas o te pueden expulsar de la escuela. Dios permite el sueño, pero nosotros tenemos que hacer algo para que se convierta en realidad.
La tradición judía tiene una oración muy interesante que dice “Bendito eres Señor, Dios de toda la creación. Por tu bondad tenemos este pan, que la tierra nos dio y las manos humanas lo hicieron. Este será para nosotros el pan de vida”.
Que profundidad espiritual tiene este pensamiento. Dios nos da lo que necesitamos y nosotros lo desarrollamos. Lo increíble es que este principio funciona para bien o para mal. La diferencia está en cómo lo desarrollamos. Todos tenemos 24 horas en un día, podemos usar esas horas para trabajar, para construir relaciones significativas y para ayudar a otros o podemos usar esas horas para ser holgazanes, para dañar a quienes tenemos cerca y nunca ayudar a nadie, es nuestra opción.
Cuando tomamos lo que Dios nos da y le añadimos nuestro esfuerzo, entonces el resultado se lo podemos presentar a Dios como una ofrenda.
Todos tenemos talentos especiales, unos cantan, otros escriben, otros cocinan, otros hablan, otros siembran la tierra y otros venden; pero cualquiera que sea tu talento es un producto sin refinar. Tiene un valor muy limitado hasta que le aplicas la disciplina necesaria para que se convierta en algo útil para ti y para otros.
En la vida todos recibimos los materiales sin refinar, no recibimos el producto terminado. De hecho es muy probable que la vida nos ponga muchos obstáculos en el camino. Pero al final de todo, nuestra vida es el pan que nosotros preparamos con los ingredientes que la vida nos da. Al ver las cosas de esta manera, el refrán de ayúdate que yo te ayudaré, no está muy lejos de la realidad.
(Crédito de la Foto)