Las olimpiadas y la vida

Ver a un jugador olímpico establecer un nuevo record, siempre es una experiencia emocionante. Cuando alguien hace lo que por mucho tiempo se pensó era imposible a todos nos hace sentir un no sé que por dentro, que nos permite solidarizarnos con la persona, como si nosotros hubiéramos logrado algo con ellos. Y esto es, aunque no hayamos movido un dedo para ejercitarnos en toda nuestra vida.

Sin embargo, para que esta persona haya podido llegar a competir a las olimpiadas tuvo que aprender perseverancia. Y yo se que la perseverancia es una de esas palabras de domingo que para mucha gente bordea en vocabulario obsceno. Pero, el perseverar o el ser persistente, lo único que quiere decir es no te rindas.

Las personas que corren maratones hablan del “Quitting Point”, o sea el punto en el que sientes que ya no puedes dar ni un solo paso más. 17 años y como 50 libras atrás, cuando entré a la policía en Dallas, tuve que correr mucho y experimente esto. Llegaba un momento en que sentía que si daba un paso más me iba a explotar el corazón.

Lo interesante es que si no me rendía, en unos minutos tomaba el segundo aire y no solamente no me explotaba el corazón, sino que sentía una sensación placentera. No voy a decir que disfrutaba el correr, porque eso nunca pasó. Pero, la ausencia del sentimiento de que me iba a explotar el corazón, me hacía sentir bien.

Esto es lo que sucede cuando perseveras y no te rindes, pasas el punto en que el resto de las personas se rindes y puedes llegar donde no muchos llegan. La vida está llena de momentos en los que sientes que ya no puedes más y la tendencia es a rendirte. Pero no lo hagas, continua empujando.

Ninguna persona que se rinde compite en las olimpiadas, solo los que continúan empujando más allá del punto de no poder más son quienes llegan a competir. En ese sentido las olimpiadas son como la vida, los que no se rinden tienen una mejor recompensa que los que pasan la vida rindiéndose ante cualquier problema.

(Crédito de la Foto)

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